En las últimas décadas, la revolución del aislamiento de las viviendas ha ido creciendo de manera exponencial. Antiguamente, la mayoría de construcciones no contaban con un aislamiento eficaz, y la mayoría, carecían de él.
Con la innovación y evolución del sector que hemos vivido en los últimos años, han aparecido numerosas técnicas y productos para mejorar el aislamiento: una de ellas es la pintura térmica.
Se trata de un material con capacidades aislantes que permite mantener la temperatura en el interior de un espacio.
El origen de la pintura térmica está relacionado con la NASA, que necesitaba aislar sus naves espaciales para que no ardieran debido al calor que generaba su resistencia al viento.
Así, se desarrolló un polvo de partículas de cerámica que pudiera añadirse a cualquier pintura y que contaba con capacidades aislantes.
Su fabricación a partir de cerámica tiene la capacidad de crear una cámara de aire que consigue romper los puentes térmicos, produciendo así el efecto aislante de esta pintura.
La conductividad térmica es la capacidad de cualquier material para conducir el calor. Por lo tanto, esta característica es la que define cuándo un material es aislante y cuándo no.
Un objeto con baja conductividad transfiere menos calor que uno con alta conductividad. Por lo tanto, para que una pintura pueda aislar térmicamente, necesita tener una conductividad baja. Esto se debe a que el espesor de la capa de pintura que se utilice no suele ser superior a 2 mm.
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